Existe una cadena de valor en la alimentación animal, que comienza con el origen de las materias primas hasta el producto final, pasando por producción, elaboración y transformación del producto. Actualmente la cadena de valor se ve afectada por la vorágine actual de subida de las materias primas, con una posible catástrofe alimentaria que se avecina. Además, existe una pérdida de poder adquisitivo del consumidor final, debido a la subida de la inflación. Por otra parte, el precio de los productos finales está alcanzando máximos históricos, como la leche en polvo o la mantequilla. Además, los costes de producción también están disparados. Al menos, el precio de la leche de oveja sí está en un nivel superior a la media de años anteriores.

Si se realiza una comparativa entre 2015 y 2021 con el precio de la leche de oveja y el coste de la ración completa para ovino, cada vez se estrecha más el margen. Cuando se tiene la situación, los técnicos nutricionistas están obligados a ser más estrictos y más eficientes, porque cualquier aspecto de mejora es muy importante para la rentabilidad de las explotaciones.

Para solucionar esta situación de subida de costes de alimentación, una posible solución es la modulación de la fermentación ruminal.

La modulación de la fermentación ruminal persigue tres objetivos: productividad, impacto medioambiental y bienestar animal. Estos objetivos ayudan a incrementar la eficiencia, por lo que se tienen animales más saludables, que excretan menos nitrógeno, por lo que hay lactaciones más prolongadas y animales más longevos. Por lo tanto, se consigue reducir costes.

Respecto a la eficiencia proteica, una ingesta de 2,86 kilogramos de materia seca por una proteína total de la dieta de 179 gramos, da una proteína total ingerida de 512 gramos. Si una oveja produce 3 litros con un 5% de proteína en leche, la proteína utilizada son 150 gramos en leche. Por lo tanto, se tiene un 29% de eficiencia en nitrógeno, mientras que el resto se excreta por parte del animal.

Por otra parte, se puede hacer una comparación de costes de recría de los años 2019 a 2022, teniendo en cuenta únicamente los costes de alimentación. Si a ese coste, se le suma mano de obra, un coste de energía que ha subido de forma importante en los últimos años, coste de amortizaciones… actualmente un coste de recría puede situarse prácticamente en 300 euros por cordera, por lo que toma más importancia buscar animales más saludables, más productivos y más longevos.

También se puede comparar un balance económico de ración, comparando 2020 con 2022. Se ha subido de 0,69 a 1,00 euros por oveja y día. Este aumento significa que el coste de alimentación representaba en 2020 el 33% del total de los ingresos, mientras que en 2022 es el 44%. En los lotes de baja producción, el coste de la alimentación ya supone el 50% del total de los ingresos. Respecto al retorno de la inversión (ROI), se ha pasado de 2,99 euros por cada euro invertido en 2020 a 2,30 euros en la actualidad.

Las granjas pueden seguir siendo rentables, pero cada vez es más complicado. Tenemos que ser cada vez más eficientes. Por lo tanto, los tres pilares (producción, bienestar animal e impacto ambiental) están correlacionados. Si se tiene una mejor eficiencia en nitrógeno, se tendrá una mayor productividad, pero también animales más saludables y más longevos con lactaciones más prolongadas, y además habrá una menor excreción de nitrógeno y metano al medio. Cada una de las mejoras en uno de esos tres pilares se verá reflejada en el resto.

Un rumen recibe una ración de concentrados, forrajes, subproductos… Si se encuentra un equilibrio en el rumen con todos estos aspectos, se produce una mayor cantidad de ácidos grasos volátiles y habrá un mayor flujo de proteína microbiana. Por lo tanto, debe conseguir un balance óptimo entre fibra, concentrado y subproductos.

La curva de degradación del rumen comienza en un 20%, ya que en el momento que entra la ración en el rumen, hay un 20% que es soluble y degradable. Hasta un 80% total que se puede degradar en el rumen, pasan una serie de horas en las que se va degradando el alimento. En esas horas, se asigna una fracción por límite de horas. Si se degrada entre 0 y 2 horas, se llama FCP1, porque es una curva de degradación proteica, y se asigna ese valor a la materia orgánica potencialmente fermentable en ese tramo. La FCP2 es la materia orgánica que se puede fermentar entre 2 y 10 horas. Por su parte, FCP3 es lo que tarda en fermentarse más de 10 horas. La tabla de la proteína es similar a la de los carbohidratos: FCH1, FCH2 y FCH3.

Partiendo de esta base, la proteína y los carbohidratos fermentables deben estar disponibles para los microorganismos al mismo tiempo, por lo que se intenta hacer coincidir los rápidos (FCP1 y FCH1), los medios (FCP 2 y FCH2) y los lentos (FCP3 y FCH3). Por lo tanto, si se cuenta con un azúcar de rápida degradación, debería acompañarlo una proteína soluble que también sea de rápida degradación. Y si se cuenta con un FCH2 como el almidón, se debe ofrecer una proteína vegetal que tenga valores similares de FCP2 que cuadre en esa misma fracción, para alcanzar una mayor optimización de la fermentación ruminal.

Un tercio de la proteína es bypass y pasa directamente al intestino, pero el resto tiene que generarse como proteína microbiana, que se consigue al equilibrar la velocidad de degradación. Por lo tanto, el objetivo de la alimentación debe ser optimizar el crecimiento microbiano y maximizar la eficiencia de nitrógeno. Con el forraje del que disponga el concentrado, el nutrólogo debe ser capaz de aportar un concentrado o una mezcla para equilibrar la balanza.

A nivel de campo, se pueden dar varias circunstancias:

• - Si se tiene una buena sincronización de energía y proteína en rumen, se tendrá una buena producción y valores de urea óptimos.
• - Si se tiene un exceso de proteína, se observará un exceso de urea.
• - Si hay un déficit de proteína, se limitará la producción láctea.

La única forma que tienen ganaderos y técnicos de actuar dentro de la cadena de valor de la alimentación animal es en la modulación de la fermentación ruminal. En un futuro se tendrá más tecnología, más estudios de materias primas y análisis en tiempo real en las explotaciones, gracias a la digitalización. De esta forma, buscaremos la oveja del futuro y un producto final sostenible y de calidad.

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